La "peripecia" de mi vida


peripecia Del gr. περιπέτεια peripéteia.

f. Accidente imprevisto o cambio repentino de situación.


Cuando una vida comienza, ésta es objeto de estímulos sensoriales, mensajes y aprendizajes externos sobre el mundo que la rodea. Es, hasta que se desarrolla, crece, vive y experimenta su entorno, que empieza el largo proceso de formar una opinión propia, una nueva voz.


Yo crecí escuchando sobre una larguísima lista de animales en peligro de extinción, especies amenazadas por pérdida de hábitat, por la caza furtiva, explotación, abuso o "confrontación" con el ser humano, y el quetzal era uno de ellos. Esta ave está arraigada a "mi tierra" pues está presente en varias de las culturas prehispánicas de la región como la maya y, por ende, ahora también del territorio mexicano. Un animal que fue considerado sagrado por nuestros antepasados pero que hoy es solamente un "daño colateral" de una visión mercantil de la naturaleza, una mentalidad rapaz, destructiva y ávida de siempre "necesitar" más.


Debido a las redes sociales, vi que era posible tener un encuentro cercano con un ejemplar de quetzal. Haciendo mi investigación, me enteré de que la mayor concentración de quetzales del mundo estaba en los bosques nubosos de Costa Rica. Emprendí mi viaje con la intención de tener la suerte de ver una de estas majestuosas aves en su entorno natural, pero la época en la que fui no era la mejor para los avistamientos, así que prometí volver en el futuro cercano.


Tiempo después tuve la oportunidad de ir a Guatemala, nación que comparte mucho territorio e historia con México. Un país que adoptó al quetzal como símbolo nacional, que incluso figura dentro de la bandera y hasta da nombre a la moneda que ahí emiten, así que uno pensaría que es común verla, pero no hay ninguna información o difusión sobre donde poder avistarla. Fue durante el viaje que, en uno de los momentos de ocio sumado al poder de las redes sociales, me informaron de una cuenta que ofrece hacer tours de avistamiento de quetzales y, para fortuna nuestra, los hacía dentro del último lugar que visitaríamos en Guatemala: el Lago Atitlán. Logramos cuadrar una sola salida y con el tiempo bastante limitado, debido al horario de regreso para nuestro vuelo, así fue que pusimos rumbo a uno de los municipios del departamento de Sololá llamado "Santiago Atitlán".


Este lugar debería ser conocido, reconocido y protegido por tener uno de los territorios más importantes para la preservación de esta ave. Nuestro guía Rolando, (en IG @birding_atitlan_expeditions), nos llevó a la zona nubosa que se encuentra en la parte alta de las afueras de la ciudad. Durante el traslado se puede sentir como el clima cambia por completo y tras 20 minutos de trayecto nos encontrábamos en el mirador Rey Tepepul, un lugar donde las vistas son totalmente increíbles. Desde aquí se pueden ver a detalle los volcanes y montañas que rodean al lago, así como una inmensa y densa cantidad de bosque.

Después de la parada en el mirador, nos dirigimos bosque adentro. Bajamos de la camioneta para empezar la caminata, y lo primero que encontramos fue un grupo de talamontes cargando una camioneta con troncos de árboles cortados ilegalmente. Rolando nos contó que esta situación es cada vez es más frecuente, y que, al no ser un área protegida por el gobierno ni supervisada por la autoridad; el crimen organizado, y la gente que busca ganar dinero de alguna forma, la encuentra monetizando todo aquello que encuentre en este vasto lugar.


Caminamos por una red de senderos que han creado Rolando y un grupo de gente que, organizados, buscan mostrarle a la gente que hay formas diferentes de hacer las cosas, que el valor de ese bosque para el municipio, para Guatemala y su gente, no está en la destrucción y venta del mismo, sino en la existencia, preservación y conservación, de lo que ahí habita.


Así, después de 40 minutos de caminata, llegamos a una zona "abierta" de la cual un enorme tronco surgía desde la parte baja del bosque. Visiblemente muerto, pero de pie, el árbol tenía varios huecos en su estructura. Al centro del mismo se encontraba un hoyo de gran tamaño del cual se asomaba una larga pluma color verde esmeralda. A los pocos minutos apareció un pequeño sujeto con pico color amarillo, miró en todas direcciones posibles y en segundos voló y desapareció en el bosque.

Puedo decir que yo nunca había visto un ave tan hermosa y no puedo poner en palabras el cómo te hace sentir ver volar a un quetzal por primera vez.

Es un ave que, por el gran tamaño de su cola, hace que se sienta aún más grande e imponente, pero cuando atraviesa el bosque con su peculiar movimiento de cola, hace que el apodo "serpiente emplumada" haga justicia a su nombre.

Durante poco más de una hora, tuvimos la fortuna de atestiguar como una pareja de quetzales entraban y salían del hueco en el tronco para alimentar a sus crías. Un espectáculo que pocas veces se puede presenciar y que sólo algunos saben apreciar.

Sus brillantes e intensos colores verdes que cambian de tonalidad conforme el bosque se llena de la luz del sol, sumado al contraste que se genera con el rojo vivo de su pecho, son imágenes que no se me olvidarán nunca.

Pocas veces me había sentido tan emocionado por un encuentro de este tipo, pero tengo que decir que para mí significó muchísimo más.

Lo que está detrás de la experiencia de ver un quetzal en su hábitat natural, me cambió por completo la creencia de que este animal, como muchos otros de la "lista", están "condenados" a desaparecer. Sabemos que es inevitable el impacto que el humano genera en el entorno, pero Rolando y el grupo de personas que organizan estos "avistamientos", quieren y trabajan para reducirlo al máximo, pues se dieron cuenta que el cuidar, preservar y conservar estos bosques con su amplia diversidad, son de vital importancia para el quetzal y muchísimos animales más, pero que también lo son para los pobladores de Santiago, para los guatemaltecos y para todos nosotros como humanidad.