Amor por los desiertos

Para mí, las altas temperaturas y la arena son dos cosas con las que no me siento cómodo conviviendo e ahí que no disfrute estar tanto tiempo en una playa, así que cuando pensaba en la gran cantidad de lugares que este planeta tiene para ofrecer -y que me gustaría conocer- los desiertos claramente no eran uno de ellos.


En este escrito te platico sobre tres "granitos de arena" que se fueron acumulando para cambiar por completo mi perspectiva de los desiertos, discutiblemente hoy, uno de mis ecosistemas favoritos para visitar.


Descubrimiento. Primer granito de arena

Vivo en México y, de manera un tanto irónica pues el 54% del territorio mexicano es zona desértica, mi primer acercamiento a un desierto fue en mi viaje a Perú.

Camino a la ciudad de Ica, el paisaje que rodea el camino, en lugar de ser postales con mucha vegetación, playas, montañas rocosas o poblaciones, son inmensas acumulaciones de arena. Fue aquí que conocí por primera vez cómo se veía una duna. Una imagen que no se me olvida fue ver una persona caminando por la "cresta" de una y en perspectiva se veía completamente diminuta. Mi pregunta interna fue "¿cuánta arena "reunida" tiene que haber para que consigan tener el tamaño de grandes montañas?", duda no resuelta hasta hoy.

Poco más tarde al visitar el Oasis de Huacachina, descubrí que en el desierto la gente realiza actividades como caminatas o sandboard y, otros más "cuestionables", como los paseos en buggy o carreras de vehículos "todo terreno". (más adelante explico por qué "cuestionables")

Para cerrar, fuimos a Nazca para conocer las muy famosas y enigmáticas "líneas". Si bien el viaje en avioneta fue un poco "intenso", y fuera de las nauseas ocasionadas por las maniobras que hacían los pilotos para señalarnos con el ala las figuras que ahí se aprecian, me quedo con la perspectiva cenital del desierto y las "líneas" que crea la naturaleza que son realmente únicas.

Primer granito de arena. Sobrevolando Nazca

Aprendizaje. Segundo granito de arena

Poco después conocí la ciudad de Torreón en Coahuila, México, y dentro de las actividades por hacer en este lugar decidimos visitar las Dunas de Bilbao que se encuentran a algunas horas fuera de la ciudad.

Aquí conviví de primera mano con la fauna y la vegetación de un desierto, de hecho dentro de las muchas fotografías que hice, sin saberlo, tomé una instantánea de una especie endémica de la región: la "lagartija perrilla de arena".

Investigando un poco sobre esta especie, encontré que se encuentra en peligro de extinción, está protegida por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2001. Se encuentra en esta situación debido a varios factores, siendo la actividad humana la mayor amenaza para ellos pero particularmente una me llamó más la atención: las actividades recreativas y carreras con vehículos "todo terreno".

En Perú, me subí a un buggy y es, sin duda, una actividad bastante divertida. Muchos de los turistas que quieren conocer Huacachina la contempla como parte del "tour" pero la reflexión que me dejó fue si este tipo de actividad vale más que todo el ecosistema en dónde se realizan, ¿cuántas especies amenazadas existen por este tipo de actividades?, ¿contribuí a ponerla en riesgo?, ¿qué puedo hacer mejor?

Tras estas preguntas me propuse hacer cambios en la forma en que "conozco", "disfruto" y "consumo" mi estancia en cualquier sitio, lugar o país. Claro que tengo inconsistencias, pero mi aprendizaje no fue en vano, así que empecé a tomarlo en cuenta para actuar en consecuencia.

Segundo granito de arena. Lagartija perrilla de arena

Belleza. Tercer granito de arena

Un lugar al otro lado de mi mundo vino a mostrarme que los desiertos son lugares de auténtica belleza y que si les dedicas el tiempo suficiente tienen la capacidad de sorprenderte con todo lo que son.

En los viajes anteriores mi contacto con el desierto sucedió "rápido" y algo "breve", pero fueron tan enriquecedores que contemplé hacer una visita a uno que me interesaba demasiado situado en África.

Namibia, pero en específico su desierto, fue un destino que por redes sociales se puso en mi radar. La cantidad de material fotográfico que consumí en ellas de manera sutil y silenciosa, me llevó a planteármelo como una parada obligada para verlo con mis propios ojos.

No me defraudó, el desierto del Namib es genuinamente impresionante. Además de ser considerado el desierto más antiguo del mundo pues se tiene constancia de que existe desde hace 65 millones de años; el color rojizo de sus enormes dunas, su fauna tan emblemática, resiliente y peculiar, la fortaleza y resistencia de su vegetación, sus ríos, cañones y sus cielos perfectamente estrellados hacen un espectáculo de contrastes, sonidos, colores y emociones difíciles de describir.

A título personal, de los lugares por los que he "pasado", sin duda el desierto en Namibia se convirtió en mi lugar favorito, no sólo fotográficamente hablando sino por todo lo que ahí viví.

Tercer granito de arena. Amanecer en la Duna 45

Recordatorio. Cuarto granito de arena

A mí me pasa que siento que me detengo/me estanco en un lugar o en un pensamiento, y cuándo sientes que lo has visto todo y quedan pocas cosas importante por descubrir, te encuentras con un nuevo libro, una canción, un video, un podcast, una obra de teatro, una película, una serie, un platillo nuevo, una cultura distinta, un lugar o una experiencia, que te recuerdan lo valioso que es mantener activa la capacidad de asombro.

El desierto blanco de Egipto hace millones de año fue un gran fondo marino que cuando el océano se retiró, dejó expuestas capas de roca sedimentaria que con el paso del tiempo fueron moldeando su muy distintiva forma. Incluso si escarbas tantito dentro de ellas puedes observar que todavía retienen humedad en su interior.

Para mí, lo más impactante de este lugar es tener la posibilidad de pasar la noche en el desierto. Así que con la ayuda de un guía experto, recorrimos la parte "nueva" del desierto blanco buscando un sitio para colocar un pequeño campamento, preparar comida y disfrutar de la noche alrededor de una pequeña fogata con té de menta recién hecho.

Dormir ahí ha sido la experiencia más "natural" en la que he estado. Nunca me había sentido más vulnerable y cómodo al mismo tiempo. Lo menciono porque aquí dormí por unas cuantas horas en una pequeña colchoneta bajo la intensa luz de las estrellas, rodeado de nada más que desierto. Así tras una sepulcral y silenciosa noche, con la amable visita de insectos nocturnos, la sigilosa incursión de un zorro del desierto a nuestro improvisado campamento, sumado a la sorpresiva aparición de la luna y la vía láctea como techo, esa noche me recordó la importancia, la magia y el privilegio que es dejarte vivir algo completamente nuevo a lo que conoces, para conectar contigo y tu entorno con todos los sentidos.

Cuarto granito de arena. Noche en el "desierto blanco"

Los desiertos son lugares increíbles, que contrario a lo que creía, son mucho más que arena, climas desérticos, áridos y de temperaturas extremas; en su esencia son lugares que si te lo permites, te pueden brindar momentos de silencio y de paz; te ofrecen espacio, tiempo, reflexión y aprendizaje; te muestran la belleza y la armonía en aquello que damos por hecho; te recuerdan que uno puede encontrar dicha y alegría en lo más "simple".


Espero con mucha emoción la oportunidad de estar de paso en otro desierto, ojalá y, con suerte, sea muy pronto.